
Siete de la mañana. Día de torneo.
El torneo más importante ha llegado. El maestro de Juan despierta fresco, todas las noches previas a un torneo se acuesta muy temprano y despierta automáticamente. La tensión lo hace no requerir despertador. Su traje está listo desde la noche anterior, piensa en todos sus alumnos pero sobre todo en Juan, en Juanito, tiene la incertidumbre de que le vayan a pegar.
Sin embargo sabe que así se aprende, sabe que él no puede entrar a combatir por él, ya han entrenado lo que tienen que entrenar. Ahora le toca a Juan hacer su combate.
El maestro llega una hora antes al lugar del evento y ve como poco a poco van llegando sus alumnos. En la cara de todos nota cierta serenidad, como si hubieran entendido de forma mágica todos los consejos que él les había dado en los días anteriores. Llega Juan, su determinación para ganar se nota en sus ojos.
El maestro le pregunta si desayunó y Juan casi como un autómata le contesta que muy lígerito, no quiere que el estómago se interponga entre él y su próxima victoria. Los preparativos para el torneo van viento en popa, las áreas con marcadores electrónicos están listas media hora antes de empezar, los jueces en su lugar, y todos los participantes llegaron temprano. Comienzan a formarlos en el área de gráficas.
Al maestro le sorprende como Juan está muy atento a las instrucciones del staff, cuando llaman a formar a los niños de cinco y seis años Juan se forma en donde se tiene que formar. Entrega su ficha de inscripción y comienza a a activarse. Hace un pequeño calentamiento, eleva sus piernas y da unos suaves repasos de su forma. Suficientes para entrar en ritmo a la competencia pero sin pasarse y entrar cansado. Así es Juan. También hace unos desplazamientos, se imagina esquivando técnicas, haciendo combinaciones de patadas, cortando cuando tiene que cortar, manejando la ventaja en el marcador, presionando al rival, proponiendo el combate, administrando su energía.
Al momento de pasar a competir en formas el maestro observa a Juan muy seguro, parece que ni el público ni el escenario le afectan. Nunca el maestro vio a Juan ejecutar mejores formas, si eso sucede en la primera parte de su competencia ¿Cómo lo va a sorprender en el combate?
Pues en el combate sucede igual. Juan entra con seguridad al área de combate, desde el grito se impone al rival. Es más rápido que el otro niño, pareciera que lee sus intenciones. Si el oponente ataca con una técnica, Juan ejecuta el contraataque exacto para puntuar. Desde los primeros segundos está en ventaja, y en cada intercambio sale ganando y amplía más su ventaja.
Comienza a experimentar con giros, lleva ventaja de 10 puntos en el primer round.
Al comenzar el segundo round el maestro nota a Juan un poco más lento y con dudas. Por el contrario su oponente comienza a crecer, no solo de forma anímica sino también física. Crece y crece, y en cada patada parece que su pierna se extendiera para alcanzar a Juan. Juan por el contrario se ve más pequeño, y su cara es más de niño que nunca. El oponente contacta una vez a Juan y crece unos centímetros, lo vuelve a contactar y se hace más alto.
Juan poco a poco empieza a perder seguridad, el oponente crece y parece ahora un adulto. No para de pegarle a Juanito, una y otra vez, a Juanito se le salta una lágrima, luego otra, luego Juanito está en llanto simplemente cubriendose las patadas de su rival. Que está muy crecido, de pronto, con una técnica de giro recto envía a Juanito volando hasta las gradas. Parece que el rival está poseído y luce incluso más grande que el maestro. Después de lanzar a Juanito por los aires, toma con las manos al Referee central y se lo come. Gira su vista hacia el maestro. Él que sigue es él, cuando está a punto de comerse al maestro. Este prepara un giro recto. En ese momento es su única esperanza.
El rival se abalanza sobre él, el maestro ejecuta el giro.
Y despierta en medio de la noche, parece que todo fue una pesadilla. Aún no ha llegado el torneo más importante.
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